jueves, 22 de octubre de 2015

Carta de amor

Carta de amor
Mi querida Mariluz: es tanto lo que te amo porque simplemente, “eres”. Tu profunda y dulce presencia me llena intensamente los dolorosos vacíos de mi vida. Te adoro, te admiro, te deseo, te sueño y te respiro…
Tu personalidad, tu emotividad inunda los tenues sentidos que anidan en mi centro. Te quiero por tu alegría, por esa manera tímida, a veces rotunda de decir “te quiero”. Eres luchadora, valiente y hasta niña. Mujer grande, simpática amiga y apasionada esposa.  Eres magia, tienes ángel y mucho mucho arte.
Te siento, te huelo, te saboreo, te veo, te acaricio, te toco, te abrazo, te duermo más allá de las puras apariencias físicas. Nada limita este amor. Te acepto incondicionalmente hasta con tus defectos adorables, virtudes un tanto descarriadas…

No lo olvides jamás: te amo, estaré contigo siempre… ¡Mi música eterna, no dejes de sonar!

miércoles, 21 de octubre de 2015

Soy lo que estudio

Me llamo María y soy una estudiante más de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria pues así me siento, totalmente integrada en la vida universitaria a pesar de mis 46 años. Todo comenzó en junio  de 2007, cuando me preinscribí en la diplomatura de Maestra de Educación Musical tras muchos años sin estudiar, habiéndome casado y tenido dos hijos. Mi decisión de volver a estudiar seguía rondándome por la cabeza hacía tiempo con lo que deseé materializarlo al tener ya a mis hijos crecidos: era mi momento de continuar los estudios y sentirme realizada. Hubo un error en la preinscripción -por lo visto faltaban unos documentos, cosa que resultó ser incierta- y me denegaron el acceso a la Universidad. Recuerdo el día aquel intensamente, me metí por la tarde en la cama totalmente deprimida por no poder acceder a realizar los estudios que tan ansiosamente deseaba iniciar, me afectó muchísimo pero al día siguiente decidí reclamar
 y se percataron de que había sido un error y que los documentos se habían entregado correctamente. Con lo cual conseguí entrar en la Diplomatura de Educación Musical cuyas clases comenzaron en septiembre de 2007.

El primer día iba hecha un manojo de nervios, expectante, ilusionada pero algo insegura por mis años, tenía en aquel momento 39 y mi diferencia de edad con respecto al resto del alumnado de clase pensaba que iba a ser una barrera pero para nada, me aceptaron como una más y así lo sentí en cada momento. Fueron años de aprendizaje intenso, me costó muchísimo arrancar el primer semestre pero con constancia y con muchas ganas, porque las había, conseguí ir aprendiendo y sacando todas las asignaturas y con muy buenas notas. Hice nuevas amistades que llegaron a convertirse en parte importante de mi vida y el hecho de caminar por los pasillos como una más de la facultad, ”mi Facultad de Formación del Profesorado”, de ir a estudiar a la biblioteca de Humanidades, el tomarme un café en la cafetería y escuchar cantar a Carlos, a uno de los camareros que allí trabajaba, cómo nos alegraba la tarde y nos mostraba su resiliencia, a pesar de estar muchas horas ahí, raramente le faltaba una sonrisa para recibirnos. Tantas y tantas  horas que me pasé repasando en dicha cafetería, tomando mi cortado clarito antes de entrar a un examen o cuántos trabajos grupales hicimos en ella…
No sólo entablé amistad con mis compañeros/as de diplomatura sino hasta con algunos docentes llegué a conectar de manera tan especial como con mi profesor de Agrupaciones Musicales que me ayudó muchísimo en todos estos años y me brindó su apoyo en muy duros momentos pues con él pude abrir mi alma y contarle todo por lo que estaba pasando por aquella época, una desastrosa situación matrimonial, hasta el punto de tener que denunciar lo que no me atrevía a denunciar: que sufría violencia de género. Algunas compañeras me apoyaron mucho y sobre todo, este gran amigo en el que se convirtió mi profesor de música, fue un ángel protector que me pusieron en el camino y aún hoy en día no sé cómo pude estudiar y desconectarme de todo lo que estaba pasando en mi casa y sacar una diplomatura: Pero entiendo y entendí en su momento, que la Universidad no sólo te da cultura, también te transmite valores y libertad: Libertad para volar, salir de los cánones preestablecidos, abrir tu mente a nuevas posibilidades y a creer que eres grande y que todo lo puedes conseguir, con trabajo, con tesón y perseverancia. La educación da libertad, da alas, da vida.
Disfrutaba muchísimo en clase, sintiéndome una más, respetada, valorada y hasta querida.  Me encantaba esas grandes charlas por los pasillos, el ensayar con los carillones y flautas en las mesas de la entrada del anexo de Humanidades con mis compañeros, cuántas veces tocamos “La Paloma”, “White Christmas”  y otras canciones a cuatro voces. Tampoco olvidamos el gimnasio,  bastantes horas de ensayos, de bailes y danzas del mundo y canarias que tuvimos que bailar en él. Horas de esfuerzo que en el fondo se hacía nada porque vivíamos la música, sentíamos su pulso, su esencia, sus acordes como parte de nuestro latir. Entusiasmados con ser futuros maestros de música, no había otra motivación mayor que esa y tan sólo la Universidad y nuestro trabajo constante podían llevarnos a cumplir nuestro sueño.
Por otra parte, me enorgullece recordar las clases de música con José Brito, Yeray Rodríguez Montesdeoca, Francisco Robaina Palmés,  Francisco Quintana Guerra, su madre Manuela Guerra, grande donde las haya, con tantos y tantos profesores que me marcaron de tal manera… Y para bien… De hecho, los mencionados fueron tres de ellos padrinos de nuestra orla y José Brito, gran director de orquesta y de corales, nos preparó una versión del “Gaudeamus Igitur” con un son cubano que no dejó a nadie indiferente. Todo un maestro del más bello lenguaje universal: la música. Gracias a todos pues tatuaron en mi ser esa desatada pasión por la Educación Musical.
Y pasaron esos tres años de diplomatura, pero yo quería seguir formándome y no quería parar, necesitaba aprender y aprender. Mi nuevo reto fue matricularme en el Curso de Adaptación al Grado de Maestra de Primaria en el curso académico 2011-2012. Esta vez nos tocó estudiar algo más lejos de nuestra querida” Facultad de Formación del Profesorado”, fuimos al edificio de “La Granja” y allí dimos asignaturas tan interesantes y emocionantes como la de “Aulas y Escuelas Interculturales” con mi querida María Rosa Marchena, Dios, qué docente tan buena, cómo me abrió la mente, las fronteras de mira, cuánto aprendimos con ella. Sus clases eran motivadoras, curiosas, se me pasaba el tiempo volando. Hay docentes que te marcan para siempre y ella fue una de ellos. Cómo nos inculcó el valor de la diversidad, el informarse y formarse antes las diferencias de las personas, el ser tolerantes y reconocer que todos somos iguales pero diferentes y que la diversidad es un tesoro, un valor a adquirir. Que no importa si somos inmigrantes, diversos funcionalmente, que todos somos, sentimos, amamos lo mismo…
Este nuevo reto resultó ser muy bueno pero a la vez algo entristecedor pues tuve que dejar ir una amistad de seis años con una compañera por discrepancias personales  y académicas y no lo pasé bien porque al principio no lo asimilé pero esta chica junto con otra que vino a hacer este curso desde Galicia me hicieron vivir una especie de infierno en las aulas pues no es que yo tuviera y tenga un locus de control externo y actitud de víctima, de hecho, al año siguiente lo comenté a una docente experta en el tema y sufrí “acoso universitario” por llamarlo de manera acorde a mi nivel académico relacionándolo al término de “acoso escolar”. Sí, también hay “bullying” en la Universidad, y por los grupos de clase creados en las redes sociales además, parece mentira pero lo hay y ya con mi edad como que me parecía increíble pero fue cierto y bien cierto por lo que tuve que pasar y soportar. Pero afortunadamente sobreviví a ello y aprendí mucho. Hasta que volví a mi Facultad del Obelisco y comencé en septiembre de 2012 en la Licenciatura de Psicopedagogía: continuaban mis retos, no podía ni quería parar… Ya no…
Y comencé con mi nuevo sueño: ser psicopedagoga. ¡¡Qué grande!!  Dos años duros, intensos, de horas y horas de aprendizaje, de estar en casa estudiando mucho los fines de semanas, las Navidades pero disfruté bastante con las clases de Félix Guillén de “Procesos Psicológicos Básicos”, de las de Fermina Delgado en “Métodos de Investigación en Educación”, José Manuel Pellejero con “Psicología Evolutiva” –sus clases eran la bomba me enganchó a su peculiar manera de exponer los trabajos grupales, haciéndolos “debate”- hasta tener la fortuna de reencontrarme con Rosa Marchena en “Diversidad en el grupo de Iguales”, qué pasada. No quiero dejar atrás a una docente que me marcó si cabe aún más y que fue tutora de mi Trabajo de Fin de Grado: Margarita López Lozoya quien me enseñó a amar la  investigación y a aceptar, comprender y valorar la interculturalidad.  Estos dos cursos de Licenciatura fueron muy, pero que muy especiales pues conocí a un tesoro de compañera, mi Lau, mi Laura López Viera, una amiga con mayúsculas gracias a ella que me inyectó el vicio de cuidarme, de comer sano, de apuntarme en el gimnasio he conseguido bajar 5 tallas y a sentirme más a gusto conmigo misma. Y no sólo eso me ha contagiado su dinamismo, sus inmensas ganas de vivir la vida, admiro su fuerza, su creatividad con tan sólo 23 añitos. Hoy en día, ambas cursamos un máster, sigo siendo afortunada pues cuento con su compañía, sus intensas ganas de investigar que me lía y lía con sus proyectos de grabar un vídeo para su blog en las inmediaciones de la Facultad, en la cafetería o me propone hacer a medias una revisión bibliográfica para un congreso de varias universidades, entre ellas, la nuestra: la insigne Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Terminamos licenciándonos, celebrando la orla el 12 de julio de 2014, en el salón de actos de nuestra facultad, con nuestro cercano y amigable Decano Marino Alduán, que apoya siempre al alumnado en proyectos novedosos como el de la parranda de la facultad.  Fue un acto inolvidable con dos madrinas y un padrino: Margarita, Fermina y José Manuel. La primera,  mejicana de nacimiento y de corazón, nos dio una sorpresa con unos “mariachis” que nos alegraron  en esa clausura de nuestra licenciatura. Cantamos además, una canción en inglés cuyos arreglos se los debemos a Laurita,  mi Lau, ¡gran músico esta niña! Fueron momentos hermosos para el recuerdo.

Pasó el verano y ahora aquí estamos, en el curso académico 2014-2015 estudiando  Laura, el máster de Mediación Familiar y Sociocomunitaria y yo, el de Intervención Familiar. Hemos conocido a un grupito de clase muy bueno, a Débora, Sara Estrella, Merche, Natalia, la otra Sara, Javi y muchos más con los que hemos conectado en tantas cosas, con los que me escapo a la hora del descanso a la cafetería-estamos super enganchados al café- o nos vamos los viernes a la chocolatería que está cerquita de la facultad  a merendar pues la cafetería cierra los viernes antes.  Qué ratitos más ricos y agradables que pasamos juntos. Me siento una chiquilla de 22 años cuando estoy con ellos. Es increíble la alegría y las ganas de vivir que me dan. De seguir luchando, estudiando y aprendiendo.  De ellos sí he aprendido mucho, cosas muy, muy buenas. Sueños y proyectos de futuro que tenemos, planes de vida, de una vida académica y laboral pues hemos formado un buen grupito. Señores: ¡esto no termina aquí, aún hay más!  ¿Verdad Laura? A por el título de estos másteres y el sueño no muy lejano de un doctorado. ¡Adelante, mis valientes! ¡Los quiero!