sábado, 23 de julio de 2011

VIVIR SIN MIEDO

VIVIR SIN MIEDO



A Marta le encantan las mañanas de invierno en casa. Absorta en sus tareas cotidianas disfruta haciendo el café mientras apunta la lista de la compra. Vamos a ver:
Puerros, calabaza, plátanos...
¡Ah!, se me olvidaba la leche. Después de recoger a los niños del cole tengo que pasar sin falta por el super.
El intenso aroma a café recién hecho se difumina por toda la casa. Mientras se toma el desayuno, piensa que ha de buscar más tiempo para sí misma. Echa de menos dedicarse a sus aficiones pero lo que realmente necesita es buscar lugar para escribir una novela que lleva años postergando.
¡Soy el colmo de la indecisión! ¡Aún no sé sobre qué tratará mi futuro libro! ¡ He de pensar qué tema voy a desarrollar! La verdad es que con este estrés de vida que llevo tengo la inspiración totalmente bloqueada. Pero bueno, tarde o temprano algo se me ocurrirá.
Marta está casada hace trece años con Gabriel, un enigmático moreno de cuarenta y cinco primaveras. Ella tiene treinta y ocho. Se conocieron una noche de finales de octubre y desde entonces no han dejado de luchar por su amor. Fue una fuerte atracción la que sintió por él. Todo comenzó con el típico encuentro en un pub de moda donde él trabajaba como relaciones públicas. Marta percibía algo extraño, era como si lo conociera de toda la vida... Se sentía segura y confiada a su lado desde el primer momento.
Gabriel tenía actitudes artísticas hacia la música y la pintura. Tocaba muy bien la guitarra y dibujaba paisajes y retratos de personas muy bonitos. También componía música y letras bastante interesantes a su entender.
Fue un noviazgo rápido pero intenso. Pronto quisieron formar una familia. Se casaron un soleado día de principios de verano en un pueblo muy lindo llamado Santa Brígida de su isla, la isla de Gran Canaria.
Asistieron muchos seres queridos y luego hicieron una sencilla fiesta en el jardín de la casa de los padres de Marta. Se fueron a vivir a un apartamento cerca de la playa de las canteras. Al poco tiempo nacería su primer hijo, un varoncito cuyo nombre era Ángel, de piel clarita y pelo rubio; era el vivo retrato de su padre, un bebé muy tranquilo y comelón el cual trajo gran alegría a sus vidas. La primera vez que Marta vio a su pequeño fue cuando su padre, José que había venido al hospital a verlos, se lo había llevado hasta la habitación desde el nido en su cunita de ruedas. Marta alucinó cuando lo miró por vez primera debido al gran parecido físico que tenía con su marido; eran dos gotas de agua e incluso hacía los mismos gestos que su padre durmiendo. ¡Era increíble!

2 comentarios:

  1. Me encantó este relato cotidiano de una vida como tantas otras, un lenguaje coloquial, la simpleza que sale del corazón y se vuelca en un relato encantador y muy bien construido.

    ResponderEliminar
  2. El relato me gustó mucho, palabras simples para una historia real como la vida misma....

    ResponderEliminar